Voy por la calle pensando en esta maraña de
las redes sociales donde publicamos, ilustramos y lustramos nuestra vida de
forma indiscriminada. Un Mercedes 300 se para en un semáforo de la Glorieta de
López de Hoyos y un tipo me pregunta a voces por el consulado de Marruecos. Da
igual que grites tío, no tengo ni puta idea, a mí lo que me fascina es la
embajada de Francia. En la boca del metro de Santiago Bernabéu, un chaval le
dice a un hombre que está pidiendo, que los tiempos están muy mal, y que se
vaya a trabajar. Me quedo mirando al muchacho y le doy al viejo cincuenta
céntimos, me guardo otros cincuenta para el negro del Moda Shopping. Llueve en
las últimas tardes del otoño y no se va del todo el frio. Agarro la publicidad
de un parabrisas de uno de los coches aparcados porque veo que es del partido
comunista de Madrid y pienso cuando yo llevaba en las carpetas al Che y algún
que otro verso de Brecht, hasta que descubrí “1984” y entonces todo se fue a
tomar por el culo. Ahora los chavales llevan en las carpetas a los concursantes
de gran hermano y no tienen ni puta idea de quién eran los de la ficción
distópica. Viven en un mundo feliz, pero en otro diferente al de Huxley. A mí
todo esto me la pela, como diría Richard, pero no dejo de especular con todo
esto que andamos viviendo, con que estamos bien jodidos por el puto Ministerio
de la Abundancia, bien jodidos viviendo al borde de la subsistencia. Hartos de
tanta Verdad y de esperar el amor de aquella joven rebelde llamada Julia que ya
nunca llega.
¿Dónde
cojones está el librepensamiento?
Madrid, 16 de marzo de 2011
Antonio Misas