Son las cinco y media de la
madrugada, regreso andando de Huertas, subo por Montera. Las putas me preguntan adónde voy y me llaman guapo. Las miro
y recuerdo cuando Martín me decía que irse con una puta es como mear a un
pobre. Se abalean las ideas cuando pienso estas cosas, pero sé que solo es
frío de diciembre. Me entran hilos de cobre por la piel. Ando mecánicamente y
ya no me siento seguro cuando voy borracho. Las cosas no son como antes. Las
emociones se disparan en navidad pensando en los que faltan, en la división y
en el miedo a la muerte, en la soledad de mi viejo, en la tristeza de mi madre.
Enciendo un cigarrillo. Los pobres tienen guantes. Llevo una bufanda de Pablo,
él está en París. Quiero poner la mente en blanco, pensar cosas positivas, que
no pasen las otras ideas.
Yo no las veo como Martín, las
veo como flores en jardines del ayuntamiento, como amapolas que crecen en los
cementerios. Yo sé que Dios está en todas partes, hasta en las putas.
Madrid, 20 de diciembre de 2010
Antonio Misas