Fotografía: A.Misas. Madrid 2010 Aquel tipo iba sin rumbo cuando me crucé con él. Empezaba a lloviznar. También me crucé con un chino que olía a imprenta en el momento en que apretaba el agua, se veía intensa en las farolas. Andábamos entre los edificios, resguardándonos de la que se nos venía encima y cuando iba a girar por la peatonal de Montera, me rebasó el chino a toda prisa y después el otro. Le alcanzó y le empujó contra uno de los arbolitos nuevos. El chino se zafó y salió corriendo. El tipo se quedó sentado en el suelo bajo la lluvia. Crucé Gran Vía y entré en la peatonal de Fuencarral y anduve pensando en aquello hasta que volví a ver a aquel hombre con el cartón ya mojado que decía; tengo hambre. Le di la calderilla que llevaba en el bolsillo y me miró como en los cuadros de la piedad. Quisiera tener un espejo retrovisor en el que se reflejara el tiempo. La americana aprieta en los hombros. Huele a lluvia de otoño y a puñales. H
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein