Se quedó solo cuando ella se fue. Él solía
fumar con aquellos preciosos ojos azules que se reían con cada palabra, con
cada mueca, con cada condenado comentario sin sentido. Aquel Autobús municipal
lo había aplastado con su enorme rueda. ¡Gentuza, sois gentuza! ¡Madrid no es
París! Gritaba... cien años de mierda de Gran Vía... hijo de puta... estaba en
ámbar.
Ahora estaba arrodillado en el asfalto... y
a penumbra le abrazaba y le hablaba de ella... y levantaba la mirada y se
dirigía a aquellas mujeres que le rodeaban y decía sollozando; tenía los ojos
azules... no del color de ella, no, el de ella era más parecido al del cielo...
La policía municipal llegó cuando el tráfico
empezaba a acumularse y las putas de la Calle Montera lloraban con él...
Madrid, 13 de septiembre de 2010
Antonio Misas