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la mujer del sargento Martínez y cien millones de viejos...

Para Asun Ordás



En la cola del cine, no sé, en el cine Paz, o en el Roxy, empecé a verlos mientras pasaba pensando en la mujer de las grandes tetas que vi por los pasillos largos del metro. La cola del cine es lenta. Por los pasillos del metro el tiempo tiene más importancia y la gente pasa deprisa y aquella mujer que iba en dirección contraria me miró cuando nos cruzamos, me miró porque yo no dejaba de mirar sus tetas, que eran muy grandes en un cuerpo delgado y me recordó al sargento Martínez, aunque ella no tenía bigote miraba como me miró él cuando me dijo: Misas, me has defraudado.


Era la primera vez que alguien me decía literalmente que le había defraudado y sin embargo no me retiró su confianza. Yo era uno de los mejores en aquella pista americana o española, y el militar más hijo de puta del cuartel me adoraba por ello. Pero el día de la competición no soporté la presión, el miedo a defraudar al padre castigador que se me representaba con toda autoridad, nadie me quiso sustituir y allí se acabó todo, me vi acojonado, solo ante el fracaso y por un minuto más perdí todo honor y toda gloria.

 

Y ahora unas tetas me miran y me llevan hacía atrás y los jubilados que andan ordenados, despacio, me anticipan el futuro...

 

    Sólo espero que allí, en la cola del cine también estés tú y cuando se esté acabando la película, me agarres muy fuerte de la mano y puedas decirme también, que, aunque muchas veces te defraudé, nunca, nunca, me retiraste tu confianza.


Madrid, 2 de junio de 2010
Antonio Misas