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junio había empezado con ese calor que se queda dentro de los bares...

el camarero le dice a la chica, buenos días, ¿vienes sola? y la chica le dice, sola viene. La chica es rubia, pequeña, gorda y lleva un vestido negro, corto y de princesa. Tiene la piel muy blanca y la nariz y los zapatos de Peggy Sue. La miro y me recuerda a que no debemos ser nostálgicos, a no anhelar, a no sentirnos víctimas y a saber que fracasar nunca es definitivo. Ya no recuerdo si alguna vez tuve complejos. Ahora viene el chico, le sonríe desde lejos y el camarero le mira, sonríe, y suspira. Los chicos se besan a las nueve de la mañana y se miran a los ojos. el camarero habla de que van a cerrar ese bar y a poner un autoservicio.
Posiblemente esta escena se convertirá en la última que yo viví en aquel bar y nunca más me acordaré de Peggy Sue, ni de su nariz y ni siquiera sabré si se casó y si tuvo hijos o no. Seguramente que ella piensa que hay que agarrarse a las cosas buenas de la vida, a esas cosas que nos hacen sentir mejor. y por eso, le vuelve a besar.

yo por ejemplo me siento mejor con el ibuprofeno que con el paracetamol.

Madrid, 12 de junio de 2010
Antonio Misas