el camarero le dice a la chica, buenos días,
¿vienes sola? y la chica le dice, sola viene. La chica es rubia, pequeña, gorda
y lleva un vestido negro, corto y de princesa. Tiene la piel muy blanca y la
nariz y los zapatos de Peggy Sue. La miro y me recuerda a que no debemos ser
nostálgicos, a no anhelar, a no sentirnos víctimas y a saber que fracasar nunca
es definitivo. Ya no recuerdo si alguna vez tuve complejos. Ahora viene el
chico, le sonríe desde lejos y el camarero le mira, sonríe, y suspira. Los chicos
se besan a las nueve de la mañana y se miran a los ojos. el camarero habla de
que van a cerrar ese bar y a poner un autoservicio.
Posiblemente esta escena se convertirá en la
última que yo viví en aquel bar y nunca más me acordaré de Peggy Sue, ni de su
nariz y ni siquiera sabré si se casó y si tuvo hijos o no. Seguramente que
ella piensa que hay que agarrarse a las cosas buenas de la vida, a esas cosas
que nos hacen sentir mejor. y por eso, le vuelve a besar.
yo por ejemplo me siento mejor con el ibuprofeno
que con el paracetamol.
Madrid, 12 de junio de 2010
Antonio Misas