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Mostrando entradas de 2010

flores negras

Son las cinco y media de la madrugada, regreso andando de Huertas, subo por Montera. Las putas me preguntan adónde voy y me llaman guapo. Las miro y recuerdo cuando Martín me decía que irse con una puta es como mear a un pobre. Se abalean las ideas cuando pienso estas cosas, pero sé que solo es frío de diciembre. Me entran hilos de cobre por la piel. Ando mecánicamente y ya no me siento seguro cuando voy borracho. Las cosas no son como antes. Las emociones se disparan en navidad pensando en los que faltan, en la división y en el miedo a la muerte, en la soledad de mi viejo, en la tristeza de mi madre. Enciendo un cigarrillo. Los pobres tienen guantes. Llevo una bufanda de Pablo, él está en París. Quiero poner la mente en blanco, pensar cosas positivas, que no pasen las otras ideas. Yo no las veo como Martín, las veo como flores en jardines del ayuntamiento, como amapolas que crecen en los cementerios. Yo sé que Dios está en todas partes, hasta en las putas. Madrid, 20 de d

“picos de ruido”

De madrugada los tipos duros suben borrachos por San Andrés y dan patadas a los cubos de basura. Tampoco han podido esta noche eyacular su frustración. La esperanza hace ruido contra los adoquines y es hora de abordar a las chicas que vieron en el pepe botella. En diciembre la ola de frío hiela las manos que agarran los vasos de tubo. Cuesta andar entre miserias y mentiras y la sensación de pelarte de frío hace que moquee la nariz. Hace tiempo que ya no queda más farlopa. Amanece entre gotas de agua que descomponen el cuerpo y en un bar del extrarradio, decoran tanta insatisfacción con café, risas y churros. El titular de un diario gratuito dice que “Los sonómetros de Torrejón de Ardoz, San Sebastián de Los Reyes y Algete para controlar el ruido de los aviones al sobrevolar su casco urbano no registraron actividad” “tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;” Eclesiastés 3:6 Madrid, 6 de diciembre de 2010 Antonio Misas

“Pongamos que hablo de Madrid”

                                     Fotografía: A.Misas. Madrid 2010 Aquel tipo iba sin rumbo cuando me crucé con él. Empezaba a lloviznar. También me crucé con un chino que olía a imprenta en el momento en que apretaba el agua, se veía intensa en las farolas. Andábamos entre los edificios, resguardándonos de la que se nos venía encima y cuando iba a girar por la peatonal de Montera, me rebasó el chino a toda prisa y después el otro. Le alcanzó y le empujó contra uno de los arbolitos nuevos. El chino se zafó y salió corriendo. El tipo se quedó sentado en el suelo bajo la lluvia. Crucé Gran Vía y entré en la peatonal de Fuencarral y anduve pensando en aquello hasta que volví a ver a aquel hombre con el cartón ya mojado que decía; tengo hambre. Le di la calderilla que llevaba en el bolsillo y me miró como en los cuadros de la piedad. Quisiera tener un espejo retrovisor en el que se reflejara el tiempo. La americana aprieta en los hombros. Huele a lluvia de otoño y a puñales. H

donde ardimos todos

                                     Fotografía A.Misas Madrid 2010 El sándwich vegetal que hay   en ese escaparate me recuerda el empacho que llevo de tanta   estructura de palabras, que me pesan.  Todo se vuelve pesado cuando el tiempo es un lugar en el que por más que lo intentes no te puedes quedar; donde el “hoy es siempre todavía” no es un disparate pero se destapa en una realidad fortuita que te viene tapando con los trapos sucios del pasado.  ¡Quiero que nadie me entienda! es lo que me dice el pensamiento que pensaba ella,   cuando me dijo que me tomé a la ligera la vida de los demás. Dudé de todo de lo que ella estaba tan segura para hacerme a mi hacer memoria.  Volver a pensar en aquel tiempo que regamos con alcohol, aquel con el que quemamos los días de hace ya tanto... días en los que no pensábamos más que en la confusión del momento y no nos deteníamos por el miedo a que alguien se apeara... y porque vivíamos tan cerca del desconsuelo relacional que nos p

La luz instantánea de la tristeza

                                       Fotografía A.Misas 2009 Madrid Para José Luis Conde, Bernardo Alonso, José Antonio Velasco y Juan Antonio. No hace tanto de aquello. Fumábamos en la parada del bus. Era una parada de fumar en el bosquecito de la esquina del edificio. Berny siempre tenía algo bonito que decir a las chicas y las chicas entonces se sentían bonitas. Velasco por entonces llegaba en silencio, ladeaba la cabeza, sacaba solo un cigarrillo del bolsillo, se lo ponía en la boca, lo cubría con una mano, lo encendía y sonreía, y sus ojos pequeños se iluminaban. Las cosas no le iban bien en casa y aquel trabajo estaba llegando a su fin. Conde bajaba después. Se aproximaba por la acera y su gesto serio desaparecía cuando nos saludaba. Se metía debajo del tejadillo y a Velasco, afectuosamente le llamaba “la Velasca” y entonces empezaban las conversaciones, las conjeturas, las oportunidades, las circunstancias de un tiempo que ya no manejábamos pero en el que todos

el invierno

                               Fotografía A.Misas 2009 Madrid Cuando giré por la calle Fuencarral a Divino Pastor, de pronto todo olió a comida. Por la puerta trasera de la Residencia de las Hermanas de María Inmaculada los Peruanos celebraban una fiesta, invadían la calzada adoquinada y las ruedas del coche retumbaban cada vez más despacio. La música y los cantos populares se mezclaban con el olor a comida la noche de todos los Santos. Malasaña era otro lugar, un lugar desconocido. El cambio de la hora anticipaba el invierno, la llegada repentina de la noche y aquel olor, aquella escena de gente tan alejada de su país, de sus pueblos, de sus casas, me producía mucha tristeza... regresaba del cumpleaños de mi hijo... y de pronto supe que había llegado el momento de caer y levantarme, de cerrar los ojos y de seguir ya sin destino, de vagar a ninguna parte y solo quise dormir. Hace ya mucho tiempo que solo quiero dormir. Madrid, 4 de noviembre de 2010 Antonio Misas

el último humo de un antro

Había demasiado humo en aquel bar. Salió, se tambaleó y agarró la moto.  Arrancó los espejos de los coches aparcados en línea y partió la bola de la maneta. Gritó un nombre de mujer. Hubo un vacío, un silencio.  El motor sonaba acelerado, iba a reventar, pero él ya no estaba en la moto.  Unos metros __________ y de las luces salían voces: ¿te encuentras bien? Tranquilo, te vamos a sacar de aquí. Ya no estás solo. Sentía presión en los ojos y pensaba en aquel pueblo de Portugal, aquel de la cuesta y la playa. Aquello le significó vida. ____________ Nada más. La televisión sigue emitiendo basura y en los patios huele a cocido madrileño. Madrid, 17 de octubre de 2010 Antonio Misas

"Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír."

Eso dicen que decía Orwell.  Y eso es con lo que hemos aprendido a vivir. Un día te topas con el desencanto en la mirada de los otros y te das cuenta de que no eras quién creías ser. Que el idealismo era una solución pasajera. Que alguien te puso ahí esas ideas, y se olvidó de ti en el camino, y los demás fueron un tren que te arrolló sin contemplaciones. _Déjate de chorradas ¿Quién se creía que era Orwell para decir a los demás lo que no quieren oír? _ ¿Por qué entonces buscamos desesperadamente la aceptación de los otros? _ ¿Para sentirnos estupendos? ¿Para reforzar el autoengaño? ¿Para luego morirnos de gusto en la autocomplacencia? Madrid, 12 de octubre de 2010 Antonio Misas

Nevermind

A   las ocho y treinta de la mañana, el Bravo Murillo que está por encima de Cuatro Caminos es otra ciudad. Se llena de calle la mirada y todo se vuelve una sopa primigenia. Octubre es la portada de un disco de Nirvana. Detrás de un conductor correcto, Take it easy , se observa mejor como se detiene un momento en el tiempo y los sudamericanos de la parada del autobús parecen una postal. No quiero que el cadáver de Kurt Cobain joda el momento cuando paso por la obra. Entonces pongo el cedé de Keany, que es de ella, para poder seguir sintiendo el sol en la última carretera de la sombra.   Llego a Plaza de Castilla, giro por el falo de Santiago Calatrava, veo las Torres de la Gran corrupción y empiezo a discurrir por la vertiente y la demencia que me lleva a la de Burgos, donde dos idiotas de movilidad tienen cruzadas las motos para desordenar el tráfico. Anoche por Moncloa tampoco pasó el camión de la basura. Son seis años largos Gobernando para el capital, jodido Socialista.

Penumbra no era nombre de perro pero él le quiso llamar así...

Se quedó solo cuando ella se fue. Él solía fumar con aquellos preciosos ojos azules que se reían con cada palabra, con cada mueca, con cada condenado comentario sin sentido. Aquel Autobús municipal lo había aplastado con su enorme rueda. ¡Gentuza, sois gentuza! ¡Madrid no es París! Gritaba... cien años de mierda de Gran Vía... hijo de puta... estaba en ámbar. Ahora estaba arrodillado en el asfalto... y a penumbra le abrazaba y le hablaba de ella... y levantaba la mirada y se dirigía a aquellas mujeres que le rodeaban y decía sollozando; tenía los ojos azules... no del color de ella, no, el de ella era más parecido al del cielo... La policía municipal llegó cuando el tráfico empezaba a acumularse y las putas de la Calle Montera lloraban con él... Madrid, 13 de septiembre de 2010 Antonio Misas

No hay metro en Sarajevo

Para Laura Olave Aquel tipo grande y gordo no se agarraba a nada. El vagón estaba casi vacío. Mantenía el peso de su cuerpo con sus piernas. Aquello le hacía gesticular, poner caras. La chica iba repasando notas cuando levantó la mirada y vio los ojos del tipo en los suyos. Vio la cabeza rapada del tipo grande y gordo con pantalones militares y camiseta negra. Imaginó un cuchillo en sus manos. El tren paró. Se levantó a toda prisa y amagó antes de salir, él, amagó también sin dejar de mirarla y ella saltó al andén un instante antes del pitido que advierte que las puertas se cierran y corrió con todas sus ganas sin mirar atrás. El tipo la siguió con la mirada y la vio desaparecer cuando el tren entró en el túnel. Se quedó solo en el vagón, se sentó y sacó un libro de uno de los bolsillos del pantalón y lo abrió cuando Ignatius Reilly decía "El optimismo me da nauseas, es perverso". Madrid, 2 de septiembre de 2010 Antonio Misas

Nunca se supo por qué aquel tipo había asesinado a aquella chica.

En su voz las palabras pesaban demasiado, describía sueños materializados, y en los silencios, su voz producía ruidos torpes. Aquella chica tenía buena pinta, era bonita y tenía una bella melena rubia, iba bien vestida y utilizaba correctamente el lenguaje, había viajado alrededor del mundo y tenía cultura. El tipo con pinta de duro que la escuchaba la miró a los ojos fijamente y torció una sonrisa dulce. Ella se sintió estupenda. Él la cogió de la mano y salieron juntos del bar del hotel. Por la mañana la encontraron en la habitación, tumbada en la cama con los ojos abiertos y los brazos en cruz, desnuda y sin vida. Aquel tipo la había estrangulado y se había esfumado. Solo había pasado una semana cuando el tipo con pinta de duro hablaba con una mujer en un bar céntrico de la ciudad, ella le enseño la placa y le pidió que se identificara. El tipo la miró a los ojos fijamente y torció una sonrisa dulce mientras metía la mano en el bolsillo interior de la chaqueta de cuero. E

nosotros y las hormigas

_salió con su cara de idiota en los telediarios confundiendo solo para lograr privatizar parte del sector aéreo y la opinión pública lo aupó en términos taurinos. Toda la vida será el idiota y el poder mediático, eso, no lo resolverá. ¿en este país somos estúpidos? _aprecie más las pequeñas cosas... y deje de fijarse en los ministros_ le dijo el peluquero. _ ¿y tú, de dónde eres? _ yo soy de Paraguay. _ ¿y si yo dijera lo contrario... qué me dirías? _ pues que aprecie más las pequeñas cosas... al salir de la peluquería entró en una taberna y en la televisión estaban hablando de un italiano que había perdido un ojo; “El impacto de una pelota de goma que los Mossos d'Esquadra lanzaron contra la multitud en las celebraciones del mundial, alcanzó a un joven italiano que estaba sentado en una terraza...”  mientras daban la noticia, observó que por la rendija del marco de la ventana entraban las hormigas... “Detenido el propietario de una discoteca de Barcelona por

“arrojarás nuestras almas al polvo, al polvo”

Para Javier Puente, in memoriam A la vuelta de la esquina ya no identificó a nadie. El mundo le había sido fantástico pero el amor, un fraude. Pensó que estaba en el salón de la fama cuando el Brown Sugar le golpeó con fuerza en el cerebro... aquello empezó a hacer realmente efecto. Who Are You? le retumbaba en los oídos sin parar y Roger Daltrey le llamaba para que subiera al escenario. Pasó por la calle de El Medio a la calle de La Arrabal y se entretuvo mirando el escaparate de viajes Iberia y vio las playas, y el mar cristalino, las palmeras y los cocos y las chicas en bikini por la arena blanca y aquello subió mucho más. Pegó la cara al escaparte y se impulsó hacía atrás para salir de aquella imagen que le tenía atrapado, anduvo hacía atrás, se tropezó con una señora y cayeron al suelo, el bolso se abrió y se agarró al pintalabios. Caminó tambaleándose hasta la valla de obra y allí se arrodilló y abrió los brazos en cruz. Balbuceó, balbuceó y quiso escribir, pero solo

“donde el corazón te lleve...”

No había consentido al miedo enseñarle el camino y todo retumbó cuando la ansiedad... sintió que la muerte golpeaba el corazón entre la sangre acelerada y cuando paró el coche en la cuneta supo que todo estaba ya roto. En el vestíbulo de urgencias del universitario de La Paz hay sombra, sensación de derrota y de férrea compasión. Le trataron como a uno más. Los hombres y las mujeres se mueren todos los días. Así se relacionan los médicos y las enfermeras, suelen tener conversaciones en el umbral. _apaga el teléfono, ponte esta pastilla debajo de la lengua. ¡No contestes! _ y entonces recordó lo de la novela de Susana Tamaro; " los cambios se acumulan imperceptiblemente, poco a poco y al llegar a cierto punto estallan." La luz brilla con intensidad en el aparcamiento. Hay una multitud de coches y el sol rebota en las lunas de los parabrisas hasta deslumbrar. La gente va y viene. En los terrenos de la ciudad deportiva están construyendo cuatro rascacielos

¿es este el lugar que amamos?

El lavabo estaba lleno de espuma de afeitar y sangre y era solo como cuando se cortaba cortando jamón pero en su cara ¡mecagoensuputamadre! gritó, y el grito a las seis de la madrugada subió por el patio y se esfumó por las putas chimeneas, pensó. Estaba solo en casa, la huelga del metro en la calle y el coche olvidado en un garaje a cuarenta y cinco minutos en metro. Un jodido taxi pasaba por la glorieta de bilbao a las siete menos cuarto, no había ninguno en la parada de Fuencarral y el taxista ni le vio, pasó agilipollado, ¡qué hijodeputa! gritó, y penso en aquella tía que decía que “Sed de Champán” no podría leerlo la reina de Inglaterra porque el libro empezaba diciendo: “El Charolito solo se fiaba de su polla. Era lo único en el mundo que jamás le daría por el culo”, será boba la tía, que le den por el culo a la reina de Inglaterra no te jode... y a todos los taxistas de Madrid y a los cabrones del metro. Cogió el coche, se metió en la eme cuarenta, luego en la e

Paradise Club

Aquel tipo había dado un navajazo al otro en la pierna. Se retorcía en el suelo. Había pegado a las Prostitutas, a los proxenetas, a los camareros, a los clientes y había roto los taburetes, las botellas y la máquina de la música. Olía a almacén de licores y a perfume. El gigante apartó la cortina roja con el bate de béisbol y primero le pego en la herida. Alguien dijo: ¡no le mates! La segunda le desfiguró la cara y los dientes se perdieron entre los cristales rotos. _ ya sé que soy una puta, pero tienes que entender que no soy solo tuya. Cuando vio las luces de la ambulancia aparecer por el callejón, se fue, ella ya había acabado su jornada. Paró un taxi y empezó el chaparrón. Con este calor, eran normal las tormentas de verano, le dijo el taxista. Madrid, 26 de junio de 2010 Antonio Misas

poseen esta trisomía simple: 47 cromosomas de los que tres completos corresponden al par 21

     fotografía A.Misas 2009 La chica embarazada está sola, sentada, y entra un padre mayor con su hijo Down. No hay mucha gente en el vagón. El chico se acerca y con la mirada y la sonrisa acerca su mano a una pequeña distancia de su vientre, pero no la toca. El padre no le interrumpe y también mira a la chica. Hay sitio a su lado, pero el chico no se sienta… El chico permanece agarrado al barrote y con el cuerpo anclado al suelo solo se mueve por el traqueteo del tren. El brazo se ha quedado estirado y su pequeña mano que asoma por el puño de la camisa solo deja ver los dedos cortos, estirados, que están esperando a tocar. Él espera a que la chica le devuelva la sonrisa, pero ella se ha quedado pensando en esos centímetros que separan. Mira al padre y mira al chico y vuelve a mirar al padre y mira a otro lugar del vagón. El tren se detiene y el cuerpo del chico se balancea adelante y atrás. El padre le coge de la otra mano cuando suena el ruido del aire comprimido y el mec

junio había empezado con ese calor que se queda dentro de los bares...

el camarero le dice a la chica, buenos días, ¿vienes sola? y la chica le dice, sola viene. La chica es rubia, pequeña, gorda y lleva un vestido negro, corto y de princesa. Tiene la piel muy blanca y la nariz y los zapatos de Peggy Sue. La miro y me recuerda a que no debemos ser nostálgicos, a no anhelar, a no sentirnos víctimas y a saber que fracasar nunca es definitivo. Ya no recuerdo si alguna vez tuve complejos. Ahora viene el chico, le sonríe desde lejos y el camarero le mira, sonríe, y suspira. Los chicos se besan a las nueve de la mañana y se miran a los ojos. el camarero habla de que van a cerrar ese bar y a poner un autoservicio. Posiblemente esta escena se convertirá en la última que yo viví en aquel bar y nunca más me acordaré de Peggy Sue, ni de su nariz y ni siquiera sabré si se casó y si tuvo hijos o no. Seguramente que ella piensa que hay que agarrarse a las cosas buenas de la vida, a esas cosas que nos hacen sentir mejor. y por eso, le vuelve a besar. yo por eje

dos borrachos están sentados en un banco...

E stán en la calle Carranza, enfrente de la farmacia, son muy feos, más que los de Velázquez. Deben de llevar ahí toda la mañana, con la botella en una bolsa de plástico. A estos les importa un carajo lo que acaba de subir el tabaco, se levantan y se fuman las colillas del suelo, ¿qué crisis? ellos deben de llevar en la calle más de lo que recuerdan, si no, no se pondrían tan feos cuando intentan pensar, cuando se descojonan por una gilipollez y se recuestan hombro con hombro y se pasan mareando, la botella. Están ahí, como Matías Prats en el banco naranja, y encima no se tienen que ir a presentar el telediario, por eso nunca van a ganar el TP de oro... no pagan hipotecas, les da igual ING que Caja Madrid y Rodrigo Rato, y les da lo mismo el plan2000e, tampoco les importa que hayan bajado el sueldo a los funcionarios y a los jubilados, ni el derroche del estado... la embriaguez es el estado... nadie les va a hacer soplar el globo, ni nada, porque si no tienes nada, nada te pueden qu

la mujer del sargento Martínez y cien millones de viejos...

Para Asun Ordás En la cola del cine, no sé, en el cine Paz, o en el Roxy, empecé a verlos mientras pasaba pensando en la mujer de las grandes tetas que vi por los pasillos largos del metro.  La cola del cine es lenta. Por los pasillos del metro el tiempo tiene más importancia y la gente pasa deprisa y aquella mujer que iba en dirección contraria me miró cuando nos cruzamos, me miró porque yo no dejaba de mirar sus tetas, que eran muy grandes en un cuerpo delgado y me recordó al sargento Martínez, aunque ella no tenía bigote miraba como me miró él cuando me dijo: Misas, me has defraudado. Era la primera vez que alguien me decía literalmente que le había defraudado y sin embargo no me retiró su confianza. Yo era uno de los mejores en aquella pista americana o española, y el militar más hijo de puta del cuartel me adoraba por ello. Pero el día de la competición no soporté la presión, el miedo a defraudar al padre castigador que se me representaba con toda autoridad, nadie me q

soy multimillonario pero nunca me había sentido tan rico...

es lo que decía Burns a Homer, Apu y Moe, mientras estaban en la bolera poniéndose las nuevas camisetas que les había traído para el equipo pin pals, ellos no querían que jugara, no sabía ni tirar la bola... es lo mismo que le pasa al presidente del gobierno, él se cree Montgomery Burns... ahora están en el congreso con lo de los trece mil quinientos millones de euros que se han gastado para hacer aceras y jardines... con lo de hace tres días, cuando vino a tutelarnos el fondo monetario internacional... con lo de que todos se bajan el sueldo... _"La crisis no es solo dinero, es un estado de ánimo" es lo que diría Burns pero esto ya lo dijo Zapatero... me descojono de risa cuando Juanito nos propone que hoy podríamos almorzar en “El Plátano Gordo”... ¿será algún lugar de Springfield? Me voy que no quiero llegar tarde... ¡ah! no soy multimillonario pero nunca me había sentido tan rico... Madrid, 27 de mayo de 2010 Antonio Misas

Una vez trabajé donde los que están enfadados con el mundo...

La señora directora se ponía tanta colonia encima que le resultaba imposible poder oler lo que pasaba en el mundo, y era imposible que existiera colonia en este mismo mundo que la pudiera cambiar la expresión de la cara, la tía siempre estaba oliendo mierda. Uno de los tipos que solía pasear con ella, era tan gris que cuando bajaba a fumar, prefería mirar el ciclo diario de las farolas que a las chicas guapas que recorrían la avenida. Éste desarrollador de negocio vivía bajo una maldita campana de Gauss. Su vida era una puta estadística. Tenía tantas reuniones al día que su hipotética capacidad para resolver cualquier asunto se veía hipotecada al ser siempre interrumpido por la convocatoria de otra reunión... que por supuesto, convocaba él mismo. Tuve un jefe que me solía decir; “Antonio, baja el pistón”, joder, el hijo de puta era además misógino y encima pensaba que yo era una Ossa Mc Andrews. Era de los que pensaban que detrás solo tenía el culo y, estaba muy equivocado

la manzana de Eva

iba por Martínez Campos mirando la Red Delicious que llevaba aquella chica tatuada en el cuello, era del tamaño de la huella digital de mi dedo corazón, y a todo color, y con un mordisco perfecto, allí estaba, en su cuello, y yo tan cerca de la manzana mordida y mirando a la manzana y a mi dedo corazón, y tan lejos de la parada del Bus, que le vi acercarse a toda velocidad, a más de cien, sin frenos. Pude hasta ver al conductor con cara de velocidad, tirando del volante cuando me rebasó y cuando el taxi se cruzó del carril izquierdo, al derecho, y se apagó la luz verde de libre, pude ver a la señora al lado de la parada con el brazo levantado, pude ver como el bus no pudo maniobrar a la izquierda por el chaval de la moto, pude ver como embistió al taxi y se giró a la derecha y como corría la gente de la parada y como se empotraba contra el anuncio publicitario de la marquesina y hasta lo que ponía en aquel anuncio: “Todas las manzanas rojas tienen en común su sabor dulce.” Madrid, 21

la tristeza del cartero

Para Gonzalo Hernández mientras espero a Gonzalo, estoy apoyado en el buzón de correos que hay en la esquina de carranza, en la puerta del Spingfiel, y se acerca un jubilado con un sobre en la mano, el señor solo alcanza a la visera, me aparto pero no me alejo, el señor mete su sobre y saca una revista enfundada en un plástico con su dirección de destino y me mira, y se encoge de hombros, y le miro, y levanto la cejas, se da la vuelta, arranca el plástico y lo tira a la papelera que hay en el semáforo y se va leyendo la revista. Hay dos chicas iguales vendiendo el oro de la cruz roja, las dos son gorditas y llevan mochila a la espalda. Yo no quiero el oro de la cruz roja, yo quiero que me toque la paga de Nescafe, no quiero el oro. Me apoyo en le buzón y me desapoyo cuando viene un chaval con otro sobre en la mano, fumándose un pitillo entre los labios y poniendo caras por el humo, éste agarra la visera, la levanta y mete su sobre y saca el del señor jubilado. Arranca el sobre y lo ti

Hoy es uno de esos días de, estoy hasta la pelotas

Me importan tres cojones los volcanes que cubren el cielo de cenizas, las mentiras de Zapatero me la traen al pairo, la falange y el juez garzón, como si se casan, la cumbre Europea y Revilla que se enfada y dice que no regalará más anchoas de Santoña pescadas en Alicante. Si el Principe es Rey o si viene la Republica en pelotas por la Castellana cantando el himno de riego con todos los seguidores del Atlético de Madrid, también en pelotas y se bañan todos en la fuente de la Plaza de Neptuno y como si el dios mito le mete el tenedor por el culo al presidente del congreso, o se come un bocadillo de Calamares. Que seguro que hay un telecalamares, porque siempre hay otro cubano que monta un Telepizza y se forra. Me importa tres cojones que Luís del Olmo se vista de payaso para dar un premio a la Pantoja por robar, siempre fue un soberbio y un impertinente. Me la pela Federico Jiménez y el mamarracho de Cesar Vidal y su música Country, es un puto repelente, igual que Javier Marías y su Cor

me quedé dormido antes de lo del super...

Para Alis Gómez, ella sabe por qué. Y esa fue tu suerte me dijo. Creo que aquello se puso como Pulp Fiction. Me lo contó la señora de los sábados. Ella siempre está los sábados por la mañana sentada en el banco que hay en la puerta del Molly Malones, el Iris pub, donde grabaron el anuncio de Louis Vuitton, que vinieron Maradona, Pelé y Zidane.  Ella se sienta a pedir en ese banco todas las mañanas de los sábados para sacarse unos euros. Ella vive de limpiar el Molly pero tiene el vicio de las máquinas. A última hora del viernes la señora pide en la puerta del súper, al negro que vende la farola no le gusta que se ponga allí, me dijo, y entonces fue cuando ocurrió todo. Llevaban una recortada, un arma solo, pero eran cuatro, al del arma se le escapó un tiro, seguramente que por los nervios dijo, le pegó en el estómago al vigilante y éste gritaba como un cerdo, al principio, luego se desmayó cuando se acercó el encargado y le taponó la sangre con el jersey... los atraca

ten cuidado con lo que dices cuando miras

la chica de la libreta y el cronómetro tomaba tiempos en el andén mientras nos bajábamos. Cuando empecé a subir por la escalera mecánica y se me iba abriendo el plano, pude ver al gordito de PROSESA que saludaba a la chica, ya sonaba el pitido y ésta, le decía adios con la palma de la mano y el brazo alzado al mismo tiempo que se introducía en el vagón. El gordito, con cara de aquel chaval que un día fue y la mirada de aquel al que todos pegaban en la escuela, se daba cuenta de que yo no dejaba de mirarle, y con los brazos a la espalda, agarraba la porra y se daba golpecitos rápidos en la otra mano y me miraba. Al llegar arriba, el plano se cerro y el gordito se esfumó al mismo tiempo que mi riesgo, el de poder salir en el telediario de antena3. Cuando salí a la calle, estaban arreglando la acera que da a la tapia del colegio. Los cuatro obreros discutían subidos en las piedras del suelo levantado por la retroexcavadora. No se por qué todas estás escenas me traen recuerdos de la mili.

ella era Angelina Jolie y yo Billy Bob Thornton...

A ella le gustaba arreglar el mundo y a mi pasar el día tumbado en el sofá viendo la televisión. A ella le gustaba resolver los problemas ajenos y yo no era capaz de resolver ni los míos. Ella te despedía hoy y te contrataba mañana y te volvía a despedir al día siguiente. Ella te reñía porque todo lo hacías mal y a mí no me importaba hacerlo todo mal. Ella te perseguía hasta encontrarte y yo cada día me encontraba más perdido. Cuando ella tomaba el rol de su madre, yo adquiría el de mi padre y eso hacía que a mí me llamaran Little Boy y a ella, “Enola Gay, todo lo demás era Hiroshima. Ella cada vez era más perfecta, más amable y más guapa y yo era cada vez más imperfecto, más mal hablado, desagradable y más feo, hasta engordé veinte kilos en este Madrid de los cojones. Nuestra vida era un perfecto desconsuelo, éramos equilibristas sobre cables de alta tensión. Esta tarde me ha vuelto a despedir. Me fui echando humo como si en mi cabeza alguien hubiera instalado la puta chime