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habilitar el infinito



Para Ángel Gamarra

Le gustaba decir, de forma invariable, Dennis Hopper o Mr. Hopper. Y luego reía, benévolo, con tanta fuerza, que a mí me producía un instante de felicidad.  Le pareció gracioso aquello y yo le oía y pensaba que debería llevarle a conocer a aquel hombre. Entre las cosas pendientes quedó conocer a  Mr. Hopper.

Después vino lo de ampliar nuestro pequeño mundo. Aquello le llevo hasta Badajoz, pero aquel negocio se quedó en ese huraño lugar donde a veces residen las cosas, y el olvido. Y digo esto, porque esa ilusión que él le ponía a todo, se había convertido en nuestra manera de vivir. No había fronteras en lo imposible... había que habilitar el infinito.

Y aunque yo lo llevaba jodido con lo del karma y sabía que, irremediablemente, debía pagar por todas aquellas cosas que en otro tiempo debí de hacer mal, él no me abandonaba.

- ¡Cada día empiezas de cero!- y yo le miraba y pensaba; Corazón tan blanco, como aquel libro de Javier Marías que nunca leí.

Todo pasaba de forma vertiginosa, instantánea:

Teresa gesticula como gesticula una mujer bonita, nos habla de sus amigas farmacéuticas, de lo que necesita. Me recuerda a Adriana Ozores.

Por la tarde firmamos lo de las grúas.

Hay algo de trágico en la desilusión, algo de frustración en la esperanza truncada.

A las ocho menos cuarto hay paz en La Coleta. Hay tanta paz en Alcobendas, que hoy, podemos desayunar junto al mar.

Madrid, 7 de julio de 2016

Antonio Misas