Por encima
de todos los murmullos se oye su voz ronca y enérgica. Me ve y me abraza con
fuerza. Es el primero que vi la primera vez que vine aquí, me dijo eso que
pongo arriba, lo de esta es una buena empresa, si puedes quedarte, quédate. Él
es Pedro Cobo. A veces me pregunto cuándo empezó a disfrazarse de Pitingo, y
por qué eligió a Pitingo y no a Bill Porter, el de “Door to door”.
Ella nos observa
desde su mesa como si se tratara de un grupo de seres libres y locos. Aquella chica
insolente con la que hablé por teléfono la primera vez resultó ser tan
respetuosa, tan educada… y tan de hacerle a uno preguntarse; ¿Cuáles son los
últimos principios y causas del mundo? En ella hay una candidez a la que los
demás ya nunca podremos regresar. Ella es Vanessa.
Sai Monleón
levanta la mirada, hay algo que está apuntando en la agenda y que no se le
escapará nunca. Encorvado ladea la boca para sonreírnos, parece un gesto
tímido, pero uno de sus dientes produce un destello, el mismo destello que el
de un tahúr del Mississippi con su chaleco y su reloj. Pero Sai Monleón esta
semana es Jerry Maguire.
David
Esteban tiene eso que tienen los tipos duros. Sobre su aura suena aquella
canción de Talking Heads: Phycho killer. Podría ser Michael Madsen haciendo de Mr. Rubio en
“Reservoir Dogs”. O Lee Anderson exhibiendo su resentimiento en “Escupiré sobre
vuestra tumba”, donde Boris Vian logró herir la sensibilidad del lector. Sin
embargo, a mí, me dio alguna buena pauta a seguir y, para mí, es alguien a
quién respetar, apreciar y evocar en momentos difíciles.
Detrás de
esas gafas negras no se esconde John Belushi (aunque cuando aparece con David
Esteban son los Blues Brothers) se encuentra el hombre que suma siete y viene a
compartir esa suerte y energía con nosotros. Es Javier Casado, El Risas,
ganador de aquel programa de Genio y Figura. Al mismo tiempo que vemos en
youtube los videos de su fama, habla y ríe, es una ametralladora de carcajadas
y palabras que crisparía los nervios al hombre más paciente de la biblia.
Ella nos
habla de medusa sunbeach, Tomorrowland, Creamfields, Sensation, Misteryland… y
nos pone imágenes fascinantes. Cuando nos habla de esto, para mí es Pris en
“Blade Runner”, en la adaptación que hizo Ridley Sccott de la novela de Philip K.
Dick; “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, es Miriam imprimiendo
alegría y carácter al staff técnico en un mundo de ciencia ficción, y yo la
admiro con la boca abierta, anonadado.
Tiene un
halo de suficiencia a pesar de los revolcones, que supongo a estas alturas, le
habrá dado la vida. Pone el mentón alto cuando apuesta por la humildad; las
palabras son el espejo del alma. Saberlo todo no es lo mismo que suponerlo,
hace falta entenderlo para no contravenir al atrevimiento que a veces nos da la
experiencia. Matilde es pertinaz,
obstinada hasta en la paz.
Últimamente
Inma, por las mañanas, antes de bajar a vernos con sus ganas de vivir, mientras
se arregla, canta… canta esa canción de ABBA: money, money, money. Ella es tan
“sentido y sensibilidad”, es tan “Jane Eyre”, es como si Charlote Bronte nos
hubiera puesto a trabajar aquí con nosotros, a su personaje. Siempre la
preguntamos todo a pesar de esa incertidumbre que la hace dudar. Ella también
cree que yo soy Moncho Borrajo, aquel tipo que le pedían un poema y lo
improvisaba ¡sin más!
Nacho es
inmenso por propia convicción. Él es Jhon Wayne en “El hombre tranquilo” y
cuando estoy con él, estoy en días de cine. La vida es un largometraje y él es
un fajador constante. Todo es mejor a su lado. Su ritmo sólido, su mundo
inmutable, su forma diferente, sus cosas, su my way y cuando canta parece que
dice: “I've lived a life that's full/
I've traveled each and every highway /But more, much more than this / I did
it my way”
Ángel todas
las mañanas en el chat saluda como si estuviéramos en Barrio Sésamo. De sus
adentros solo sale fuerza, palabras de aliento, como si te hubiera encontrado
por ahí, en medio del mar, te reprende infatigable al igual que un maestro
antiguo, para que prosperes, para que bailes (La vida puede ser la fiesta que
esperamos, pero mientras estemos aquí, ¡deberíamos bailar! o mejor dicho
¡deberíamos cantar!), mejor en cada detalle y te va otorgando el derecho a
tener la voluntad de ganar, para que ganes. Hace que me sienta como Billy
Elliot.
Javier, que
es Clément Mathieu, aquel profesor de
música que dominaba la magia del canto. A veces pone una variante del acento
catalán cuando nos habla (seguramente porque ha mantenido una larga
conversación con alguien de “Los Otros”, con Robert… o tiene raíces o bienes
raíces en Cataluña, no sé). Está claro que domina la mímesis y palabra, la
radiografía de la pasión y la necesidad humana, y el método, y la dirección de
“Los Chicos del coro”. Y podría hablarte con una sonrisa hasta el amanecer de
casos de éxito, de contextos de superación, de anécdotas de clientes… Él maneja
escrupulosamente el lenguaje para adaptarlo al mundo que nos atañe, con el
único y último fin de catequizarnos. Todo está en la actitud, la palabra, y en
la seguridad, o era en las cámaras, no sé.
Laura
Carriedo siempre me produce eso que produce el paisanaje, su apellido me hace
evocar la escarcha de los prados verdes en las mañanas frías y soleadas de
nuestra tierra. Ella ni siquiera es de allí, pero su apellido me hacía
visualizar las alfombras verdes de los valles pasiegos, el paraíso… que me
tuviera en cuenta era importante para mí, la echaré de menos.
Las
escaleras metálicas del edificio del parque tecnológico parece que se pensaron
para ser las del interior de un barco. Las de una nave que nos lleva hacia los
campos agostados del verano…
Pongo la
huella de mí pulgar y se abre la puerta. Fue David quien se peleó con mis dedos. Los de Gutiérrez le pusieron por las nubes, les dije, todos son muy buenos, pero David es el mejor.
Nelson está
al otro lado de la puerta al mando de este lugar azul, y hoy podría dibujarse
su entusiasmo en el aire. Esa naturaleza gentil que le hace ser afectuoso y
alegrarse cuando nos reunimos todos, y sobretodo, cuando la cosa va como un cohete, él sabe que va "Navegando hacía el cuarto paradigma".
Sheila,
Laura, Feli, discretas, sobrepasan el umbral con un vasito de café de esos de
plástico al mismo tiempo que yo. Dicen buenos días a Paula al mismo tiempo que
yo, apenas las conozco. Tienen ese aspecto de la gente que te gustaría conocer
más, hablar con ellas, saber quién son.
Y hoy hay ese
revuelo. Siempre lo hay cuando nos juntamos todos.
Madrid, 28 de julio de 2016
Antonio Misas