En
la plaza huele al aceite de los churros y la gente hace cola junto a la
furgoneta. El churrero a estas horas está muy atareado y nada hace pensar que
un domingo de enero no sea un hermoso día de invierno en Madrid. El efecto de
la nieve en las montañas parece que acorta las distancias. No hay nada parecido
al frío, no hay nada parecido a eso, nada. Me pregunto a dónde irán los
pobres con este frío. ¿Qué piensa un hombre cuando deambula con su abrigo raído
por las calles de una ciudad? Seguramente en que no hay un por qué para existir
aunque estés vivo. Toco la madera de la mesa. Bebo del café humeante y fumo sin
respuestas.
Nadie discute que hay belleza en ese efecto de la nieve que nos
acerca las montañas y que la vida también suele estar salpicada de desdicha.
No
he vuelto a tumbarme en la cama a escrutar el techo blanco, los detalles de la
lámpara, las imperfecciones de las cortinas, y a través de la ventana, ver los
aleros donde reposaban las Palomas.
Madrid,
18 de enero de 2015
Antonio
Misas